lunes, 5 de junio de 2023

San Bonifacio de Maguncia obispo y mártir

 



 San Bonifacio de Maguncia, obispo y mártir

- memoria obligatoria -

Fecha: 5 de junio

n.: c. 680 - †: 754 - país: Países Bajos

Otras formas del nombre: Winfrid, Wynfrith, Wynfreth, Apóstol de Alemania

Canonización: pre-congregación 

Hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI

Elogio: Memoria de san Bonifacio, obispo y mártir. Monje en Inglaterra con el nombre de Wifrido por el bautismo, al llegar a Roma el papa san Gregorio II lo ordenó obispo y cambió su nombre de pila por el de Bonifacio, enviándolo después a Germania para anunciar la fe de Cristo a aquellos pueblos, donde logró ganar para la religión cristiana a mucha gente. Rigió la sede de Maguncia (Mainz) y, hacia el final de su vida, al visitar a los frisios en Dokkum, consumó su martirio al ser asesinado por unos paganos.

Patronazgos: patrono de Inglaterra y Turingia, así como patrono o copatrono de varias diócesis en Alemania y los Países Bajos; también de los fabricantes de cervezas y de limas y sastres.

Refieren a este santo: San Cuniberto de Colonia, Santos Eoban, Adelario y nueve compañeros, San Gregorio de Utrecht, San Gregorio II, San Gregorio III, Santa Leoba, San Liudgero de Münster, San Lulo de Maguncia, Santa Renula, San Sola, San Sturmo, Santa Tecla, San Vigberto, San Virgilio de Salzburgo, Santa Waldburgis, San Wilehado de Bremen, San Wilibordo de Utrecht, San Willibaldo de Eichstätt, San Winebaldo de Hildesheim, San Witta de Bürberg, San Zacarías

Oración: Concédenos, Señor, la intercesión de tu mártir san Bonifacio, para que podamos defender con valentía y confirmar con nuestras obras la fe que él enseñó con su palabra y rubricó en el martirio con su sangre. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén (oración litúrgica).

El título de «Apóstol de Alemania» corresponde particularmente a san Bonifacio, porque si bien Baviera y el Valle del Rin ya habían aceptado el cristianismo antes de su época y algunos misioneros habían predicado ya en otras partes, sobre todo en Turingia, a él le pertenece el crédito por haber evangelizado y civilizado sistemáticamente las grandes regiones centrales de Alemania, por haber fundado y organizado iglesias y por haber creado una jerarquía bajo la jurisdicción directa de la Santa Sede. Otra de las grandes obras del santo, casi tan importante como la anterior, aunque no tan generalmente reconocida, fue la regeneración de la Iglesia de los francos.

Bonifacio o Winfrido, para darle el nombre que se le impuso en el bautismo, nació alrededor del 680, probablemente en Crediton del Devonshire. A la edad de cinco años, luego de escuchar la conversación de algunos monjes que se hospedaron en su casa, decidió llegar a ser como ellos y, al cumplir los siete, sus padres le enviaron a estudiar a un monasterio cerca de Exeter. Unos siete años más tarde, se trasladó a la abadía de Nursling, en la diócesis de Winchester. Ahí se convirtió en el discípulo dilecto del sabio abad Winberto y, luego de completar sus estudios, se le nombró director de la escuela. Su habilidad para la enseñanza, unida a su simpatía personal, aumentaron el número de alumnos, para cuyo beneficio el santo escribió la primera gramática latina que se haya hecho en Inglaterra. Sus alumnos le respetaban y le escuchaban con entusiasmo; durante sus clases, tomaban notas que luego estudiaban asiduamente y hacían circular entre sus compañeros. A la edad de treinta años Winfrido recibió las órdenes sacerdotales y entonces encontró nuevos campos para desarrollar su talento, en los sermones e instrucciones que indefectiblemente extraía de la Biblia, un libro que leyó y estudió con deleite durante toda su vida.

Sin embargo su vocación no estaba colmada con las actividades de la enseñanza y la predicación; cuando creyó cumplida su tarea en su tierra natal, se sintió llamado por Dios a emplear sus energías en el terreno de las misiones extranjeras. Todo el norte y gran parte del centro de Europa se hallaban hundidos todavía en las tinieblas del paganismo; en Frieslandia, san Willibrordo había luchado durante largo tiempo contra enormes dificultades para inculcar las verdades del Evangelio a las gentes. Winfrido pensó que debía dirigirse a Frieslandia y, tras de arrancar con súplicas y ruegos, una autorización de su abad, se embarcó junto con dos compañeros y tocó tierra en Duunstede, en la primavera del 716. Sin embargo, el momento era inoportuno para iniciar la tarea y Winfrido, al ver que serían inútiles sus esfuerzos, regresó a Inglaterra en el otoño. Sus fieles y discípulos de Nursling, dichosos de tenerle de nuevo entre ellos, recurrieron a todos los medios para hacerlo quedar, incluso le nombraron abad a la muerte del sabio Winberto, pero nada de eso apartó a Winfrido de su decisión. El fracaso de su primer intento le había convencido de que, si deseaba triunfar, necesitaba obtener un mandato directo del Papa. En 718, se presentó resueltamente ante san Gregorio II en Roma, para solicitarlo. A su debido tiempo, el Pontífice lo despachó con la misión de llevar la palabra de Dios a los herejes en general. Fue entonces cuando cambió su nombre de Winfrido por el de Bonifacio. Sin pérdida de tiempo, el santo partió con destino a Alemania, cruzó los Alpes, atravesó Baviera y llegó al Hesse.

Apenas comenzaba a desarrollar su misión, cuando recibió noticias de la muerte del pagano Rodbord, el regente local, y sobre las poquísimas esperanzas que había de que sucediese al extinto algún gobernante que favoreciera a los cristianos. Obedeciendo a lo que él consideró como un segundo llamado a su misión original, Bonifacio regresó a Frieslandia, donde trabajó enérgicamente bajo la dirección de san Willibrordo durante tres años. Pero cuando éste, que ya era muy anciano, le anunció su decisión de nombrarle su auxiliar y sucesor, san Bonifacio rehusó aceptar y recordó que el Papa le había confiado una misión general, no limitada a una sola diócesis. Al poco tiempo, temeroso de verse obligado a aceptar, regresó al Hesse. Los dialectos de las diversas tribus teutonas del noroeste de Europa, tan semejantes a la lengua que, por aquel entonces se hablaba en Inglaterra, no ofrecieron ninguna dificultad a Bonifacio para darse a entender y, a pesar de que hubo otros tropiezos, la misión progresó con notable rapidez. En poco tiempo, Bonifacio pudo enviar a la Santa Sede un informe tan altamente satisfactorio, que el Papa hizo venir a Roma al misionero, con miras a confiarle un obispado.

El día de san Andrés del año 722, fue consagrado obispo regional con jurisdicción general sobre Alemania. El papa Gregorio le confió una carta para que la llevara al poderoso Carlos Martel. Gracias a la misiva que el recién consagrado obispo entregó personalmente cuando pasó por Francia, camino de Alemania, se le concedió un pliego sellado para que gozara de absoluta protección. Armado así con la autoridad de la Iglesia y del Estado, Bonifacio regresó al Hesse y, como primera medida, se propuso arrancar de raíz las supersticiones paganas que constituían el principal obstáculo para el progreso de la evangelización y para la estabilidad de los primeros convertidos. En una ocasión, ampliamente anunciada de antemano y en medio de la muchedumbre azorada y expectante, Bonifacio y sus cristianos la emprendieron a hachazos contra uno de los objetos de mayor veneración popular: el encino sagrado de Donar, que se hallaba en la cumbre del monte Gudenberg, cerca de Fritzlar, en Geismar. Bastaron unos cuantos golpes para que el árbol enorme cayera al suelo, desgajado el grueso tronco en cuatro partes y las gentes, que esperaban ver llover fuego del cielo sobre los autores de tan nefando ultraje, debieron reconocer que sus dioses eran impotentes para proteger sus propios santuarios. Desde aquel momento, la tarea de la evangelización avanzó constantemente. Para el celo de Bonifacio, los éxitos alcanzados en un lugar eran una señal para buscar otro y, por lo tanto, en cuanto consideró que podía dejar solos a sus fieles del Hesse, se trasladó a Turingia.

Ahí encontró un pequeño núcleo de cristianos, incluyendo a unos pocos sacerdotes celtas y francos, pero éstos fueron un obstáculo más que una ayuda. En Ohrdruf, cerca de Gotha, estableció su segundo monasterio, con el propósito de crear ahí un centro misional para Turingia. Por todas partes encontró a las gentes ansiosas por escucharle; era evidente que faltaban maestros para tantos alumnos. A fin de obtenerlos, Bonifacio tuvo la brillante idea de solicitar el envío de monjes a los monasterios de Inglaterra, con los cuales había mantenido una correspondencia regular. Los ingleses, por su parte, no habían dejado de interesarse en el trabajo del misionero, a pesar del tiempo transcurrido. Es innegable que el entusiasmo y la energía del santo resultaban contagiosos, y que cuantos le trataban o colaboraban con él, se sentían impulsados a trabajar al mismo ritmo; pero sin duda que la respuesta a su pedido a los ingleses sobrepasó sus cálculos más optimistas. Durante varios años consecutivos, nutridos grupos de monjes y monjas, los más selectos representantes de las casas religiosas del Wessex, cruzaron el mar para ponerse a las órdenes del santo, quien les enviaba a predicar el Evangelio a los paganos. Hubo necesidad de ampliar los dos monasterios que habían fundado para dar cabida a tanto misionero. Entre los monjes ingleses, venían personajes como san Lull, que habría de ser sucesor de san Bonifacio en el obispado de Mainz; san Eoban, quien compartió con Bonifacio la gloria del martirio; san Burchardo y san Wigberto; entre las mujeres, descollaron también algunas, como santa Tecla, santa Walburga y la hermosa y culta prima de san Bonifacio, santa Lioba.

En el año 731, murió el papa Gregorio II, y su sucesor, Gregorio III, a quien san Bonifacio había escrito, le envió el palio y el nombramiento de metropolitano para toda Alemania más allá del Rin, con autoridad para crear obispados donde lo creyera conveniente. Unos cuantos años más tarde, el santo fue a Roma por tercera vez con el fin de tratar asuntos relacionados con las iglesias que había fundado. En esa ocasión, se le nombró delegado de la Sede Apostólica. También entonces, en la abadía de Monte Cassino, descubrió a un nuevo misionero para Alemania en la persona de san Willibaldo, hermano de santa Walburga. Valido de su dignidad de legado apostólico, organizó su jerarquía en Baviera, destituyó a los malos sacerdotes y puso remedio a los abusos. De Baviera pasó a sus centros de misión, donde procedió a crear los nuevos obispados de Erfurt, en Turingia; Beraburg, en Hesse; Würzburg, en Franconia; y posteriormente creó también una sede episcopal en Nordgau, para la región de Eichstätt. Cada una de esas diócesis la dejó a cargo de uno de sus discípulos ingleses. En el año de 741, san Bonifacio y su joven discípulo san Sturmi, fundaron y comenzaron a construir la célebre abadía de Fulda que, con el tiempo, llegó a ser lo que san Bonifacio había deseado que fuese: el Monte Cassino de Alemania.

Mientras la evangelización de los alemanes seguía progresando al mismo paso, la situación de la Iglesia en Francia, bajo el reinado del último monarca merovingio, iba de mal en peor. Los más altos puestos eclesiásticos permanecían vacantes, cuando no se vendían al mejor postor; los clérigos no sólo eran ignorantes e indiferentes, sino que, a menudo, adolecían de pésimas costumbres o eran herejes; y habían transcurrido ochenta y cinco años sin que se celebrase un solo concilio eclesiástico. El mayordomo de palacio, Carlos Martel, se decía el paladín de la Iglesia y, sin embargo, no cesaba de explotarla y aun saquearla, a fin de obtener fondos para continuar sus interminables guerras, sin hacer absolutamente nada por ayudarla. Pero, en 741, murió Carlos Martel y ascendieron al trono sus hijos, Pipino y Carloman; con esto, se presentó una oportunidad favorable, que san Bonifacio no dejó de aprovechar. Carloman era muy devoto y, en consecuencia, era fácil, sobre todo para san Bonifacio, a quien el regente admiraba y veneraba, convencerlo a que convocase un sínodo que pusiera término al relajamiento y los abusos. Así fue; a la primera asamblea siguió una segunda, celebrada en 743. Para no ser menos, Pipino convocó al año siguiente, un sínodo para las Galias, al que siguió un concilio general para las dos provincias. San Bonifacio presidió todas estas reuniones y tuvo éxito en realizar todas las reformas que creyó necesarias. Se infundió nuevo vigor al cristianismo y se pudo decir que, al cabo de cinco años de arduo trabajo, san Bonifacio devolvió su antigua grandeza a la Iglesia en las Galias. La fecha del quinto concilio de los francos, año de 747, fue también memorable para Bonifacio en otros aspectos. Hasta entonces, su misión había sido general y consideró llegado el momento de tener una sede metropolitana fija. Para ello eligió a la ciudad de Mainz (Maguncia), y el sapa san Zacarías le consagró primado de Alemania, así como delegado apostólico para Alemania y las Galias. Apenas se acababa de completar este acuerdo, cuando Bonifacio perdió a su aliado, Carloman, que decidió retirarse a un monasterio. Quedaba Pipino, quien había reunido a Francia bajo su régimen y que, si bien era un hombre de otras ideas, siguió dando al santo el apoyo que aún necesitaba. «Sin el patrocinio de los jefes de Francia -decía en una carta a uno de sus amigos ingleses- no podría gobernar al pueblo ni imponer la disciplina a clérigos y monjes, así como tampoco acabar con las prácticas del paganismo». En su carácter de delegado del Papa, coronó a Pipino en Soissons; pero no hay absolutamente ninguna prueba para sostener la teoría de que Pipino asumiese la autoridad nominal y virtual, con el beneplácito o siquiera el conocimiento del santo.

Ya por entonces, Bonifacio era y se sentía viejo; él mismo admitía que la administración de una provincia tan vasta como la suya requería el vigor de un hombre joven. Hizo gestiones para que se nombrase a su discípulo, san Lull, como sucesor; pero no por dejar el alto cargo que desempeñaba, pensó en descansar. El celo misionero ardía en él con la fuerza de siempre, y estaba decidido a pasar los últimos años de su vida junto a sus primeros convertidos, los frieslandeses, que, desde la muerte de san Willibrordo, estaban cayendo de nuevo en el paganismo. Así, a la edad de sesenta y tres años, se embarcó con algunos compañeros para navegar río abajo por el Rin. En Utrecht se unió al grupo el obispo Eoban. Al principio, los misioneros se limitaron a predicar en la parte del país que ya había sido evangelizada antes; pero a comienzos de la primavera del año siguiente, decidieron cruzar el lago que dividía a Frieslandia, por la mitad y se internaron en la región del noreste, donde hasta entonces no había penetrado ningún misionero. Sus esfuerzos parecían tener éxito, a juzgar por el gran número de paganos que acudían a pedir el bautismo. San Bonifacio hizo los arreglos para una confirmación en masa, en la víspera de Pentecostés, en un campamento levantado sobre la planicie de Dokkun, en la ribera del riachuelo Borne.

En el día señalado, el santo estaba leyendo dentro de su tienda, en espera de los nuevos convertidos, cuando una horda de hostiles paganos apareció de repente con evidente intención de atacar el campamento. Los pocos cristianos que se encontraban ahí rodearon a san Bonifacio para defenderle, pero éste no se los permitió. Les pidió que permanecieran a su lado, los exhortó a confiar en Dios y a recibir con alegría la posibilidad de morir por la fe. En eso estaba, cuando el grupo fue atacado brutalmente por la horda furiosa. San Bonifacio fue uno de los primeros en caer, y todos sus compañeros sufrieron la misma suerte. El cuerpo del santo fue trasladado finalmente al monasterio de Fulda, donde aún reposa. También se atesora ahí el libro que estaba leyendo el santo en el momento del ataque. Se afirma que el mártir levantó en alto aquel libro, para que no sufriera tanto daño como él mismo y, en efecto, las pastas de madera del pequeño volumen tienen muescas causadas por los cuchillos y algunas manchas que se supone sean las de la sangre del mártir.

El juicio asentado por Christopher Dawson, de que san Bonifacio «ejerció una influencia más profunda en la historia de Europa que cualquier otro de los personajes inglesas de la época» (The Making of Europe, 1946, p. 166), es difícil de contradecir. A su notable santidad, a su inmensa energía y maravillosa previsión de misionero y reformador, a su gloria de mártir, habría que agregar su gentileza personal y la modestia y sencillez de su carácter que se adivinan, sobre todo, a través de sus cartas. Aun sus contemporáneos, como el arzobispo Cutberto de Canterbury, escribían sobre él grandes alabanzas como ésta: «Con un sentimiento de honda gratitud, nosotros, en Inglaterra, lo contamos ya entre los mejores y más grandes maestros de la verdadera fe»; el mismo arzobispo agrega que la fiesta de san Bonifacio deberá celebrarse cada año en Inglaterra, como la de uno de sus patronos, igual que las de san Gregorio el Grande y san Agustín de Canterbury.

Hay numerosas biografías antiguas de san Bonifacio, pero la más importante es la de Willibaldo (no Willibaldo el santo, sino un homónimo); varias de entre ellas se encuentran en el Acta Sanctorum, junio, vol. I; pero existe un texto crítico mucho mejor, inserto en MGH., especialmente en el volumen editado por W. Levison, Vitae Sancti Bonifacii epis. Moguntini. Una cantidad considerable de literatura, la mayoría de origen alemán, centrada en san Bonifacio, existe en diversas obras que es imposible citar aquí. Una fuente de información de máxima importancia es la colección de cartas del propio santo.audiencia del papa Benedicto XVI del 11 de marzo de 2009. Aunque por época Bonifacio está en el límite de lo que podemos llamar patrística, su obra está ampliamente tratada en el volumen IV de la Patrología de Di Berardino (en la serie de Quasten), BAC, 2000, pág 510 y ss. lectura crítica muy recomendable para quien quiera profundizar no tanto en la vida cuanto en las ideas que se desprenden de sus escritos.

Cuadros:

-Bonifacio funda los cuatro antiguos obispados bávaros: Freising, Regensburg, Passau y Salzburgo. Obra de Karl Rempp, 1705, en Pfarrkirchen, en Austria.

-Talla de madera en la catedral de Mainz.

-Miniatura de dos escenas de la vida de san Bonifacio, siglo X, en el «Sacramentario de Fulda», hoy en Udine, Italia.


Estas biografías de santo son propiedad de El Testigo Fiel. Incluso cuando figura una fuente, esta ha sido tratada sólo como fuente, es decir que el sitio no copia completa y servilmente nada, sino que siempre se corrige y adapta. Por favor, al citar esta hagiografía, referirla con el nombre del sitio (El Testigo Fiel) y el siguiente enlace: https://www.eltestigofiel.org/index.php?idu=sn_1907


 

lunes, 29 de mayo de 2023

San Simeón, obispo y mártir

 

San Simeón, obispo y mártir

 

Fecha: 27 de abril

Fecha en el calendario anterior: 18 de febrero

†: 107 - país: Israel

Canonización: bíblico

Hagiografía: Abel Della Costa 

Elogio: En Jerusalén, conmemoración de san Simeón, obispo y mártir, que, según la tradición, era hijo de Cleofás y pariente del Salvador según la carne. Ordenado obispo de Jerusalén después de Santiago, el hermano del Señor, en la persecución bajo el emperador Trajano fue sometido a varios suplicios, hasta que, ya anciano, murió en la cruz.

Refieren a este santo: Santos Felipe y Santiago

En el Nuevo Testamento se nombra, con completa naturalidad, cierto conjunto de «hermanos y parientes» del Señor. Ya vemos cómo, en Mateo 13, la gente de su pueblo los conoce, o cómo en Marcos 3 Jesús opone el parentesco aparente de la carne, al auténtico de la fe; los vemos en Hechos 1 reunidos con los Apóstoles en oración y comunión, y presumiblemente, recibiendo también el Espíritu, e incluso conocemos un hermano muy prominente en la primera Iglesia -tanto que la tradición posterior no se resistió a confundirlo con un apóstol-: Santiago, el hermano del Señor, jefe de la Iglesia de Jerusalén. La mención de estos parientes era tan natural a quienes habían convivido con Jesús, que muy poco se ocuparon de dejar en claro qué posición ocupaban en la genealogía de Jesús, y sólo de unos pocos, apenas cuatro, nos dejaron su nombre: Santiago, José, Simeón y Judas (Mt 13,55). ¿Se trata de hermanos carnales? podrían serlo, a través de un primer matrimonio de José; ¿se trata de primos hermanos? es verdad que la palabra griega que se usa (adelphós) quiere decir claramente "hermanos", pero podría estar traduciendo el concepto arameo de «'ajá», que significa «hermano», pero de tal manera que puede abarcar con naturalidad también a los primos.

Sea como sea la explicación, en algún momento, hacia fines del siglo I, la predicación cristiana se comenzó a sentir incómoda por esta referencia: había que poder «controlar» el dato, saber mejor a qué información se refería. Comenzó un complejo trabajo, en gran medida inconsciente y no relacionado sólo con este aspecto, de armonización de los datos que «no cerraban». Un trabajo de tal eficacia que ha atravesado casi 1800 años, y recién se ha puesto en duda la solidez de esa información a partir del siglo XIX; y hay que decir que en parte de la predicación popular actual aun se le sigue dando crédito como si esas armonizaciones surgieran con naturalidad del Evangelio o ayudaran a comprenderlo mejor.

Dentro de esos datos armonizados están, como no, los pocos que conocemos sobre este Simeón, «segundo obispo de Jerusalén, y hermano del Señor». Se dice de él que era hijo de Cleofás (o Clopás), hermano de san José, ¿por qué? Porque en Marcos 15,40 se dice: «Había también unas mujeres mirando desde lejos, entre ellas, María Magdalena, María la madre de Santiago el menor y de Joset, y Salomé» Ahora bien, en Juan 19,25 se dice que «junto a la cruz de Jesús estaban su madre y la hermana de su madre, María, mujer de Clopás...», por tanto, esta madre de Santiago y Joset debe ser la mujer de Clopás, además de tía de Jesús por parte de su madre. Pero si en la lista de Mt 13,55 nombraba a Santiago y Joset junto con Simeón y Judas, entonces podemos deducir que Simeón y Judas son hijos de Clopás... ¿podemos afirmar entonces que es hijo de Cleofás? sí, claro, podemos afirmarlo, pero habremos de reconocer que el argumento es un tanto débil, podría ser hijo de media Galilea sin que nosotros llegáramos a enterarnos. Y ni hablemos de cuando a estos escuetos datos se comienzan a sumar las fantasías sin límites de los apócrifos.

En realidad deberíamos aceptar la «ascesis de cotilleo» que nos propone el Nuevo Testamento, y no lanzarnos a inventar sobre los personajes lo que no han querido consignar los que fueron testigos directos del entorno de Jesús. Más bien el conocimiento que nos propone el Nuevo Testamento nos puede servir no para enterarnos de algo tan inútil como si Simeón es hermano por vía de José o primo por vía de Cleofás, sino para darnos cuenta que la realidad de la Iglesia del primer siglo fue muy compleja, más de lo que imaginamos, y que junto a los elegidos por Jesús -los que resumimos en la mención de «los Doce»- también tenían fuerza y palabra ese impreciso grupo de «parientes del Señor» que durante unos años disputaron con los apóstoles por lo que debía considerarse la sucesión correcta en la dirección de la Iglesia.

Tal fuerza habrá tenido este grupo de parientes -aunque no sobrevivió al fin del siglo primero- que la tradición recuerda vagamente que la Iglesia de Jerusalén estaba en manos de ellos: primero a través de Santiago, el hermano del Señor, y, muerto éste, quizás hacia el 66, a través de Simeón, el santo que hoy conmemoramos. Este detalle no viene en Hechos de los Apóstoles, pero nos llega por medio de la Historia Eclesiástica de Eusebio de Cesarea, quien en III,11 dice: «Tras el martirio de Santiago y la inmediata toma de Jerusalén, cuenta la tradición que, viniendo de diversos sitios, se reunieron en un mismo lugar los apóstoles y los discípulos del Señor que todavía se hallaban con vida, y juntos con ellos también los que eran de la familia del Señor según la carne (pues muchos aún estaban vivos). Todos ellos deliberaron acerca de quién había de ser juzgado digno de la sucesión de Santiago, y por unanimidad todos pensaron que Simeón, el hijo de Clopás (a quien también menciona el texto del Evangelio), merecía el trono de aquella región, por ser, según se dice, primo del Salvador, pues Hegesipo cuenta que Clopás era hermano de José.»

Este mismo Hegésipo que menciona Eusebio como fuente, transmite el dato -que el mismo Eusebio recoge- de que Simeón murió martirizado a edad muy avanzada, ciento veinte años, en una persecución romana a los judíos descendientes de David (entre los cuales, por supuesto, están los parientes del Señor), persecución cuya única noticia histórica es ésta. De todo esto concluye Eusebio: «Calculando un poco se puede decir que Simón vio y oyó en persona al Señor, tomando como prueba su larga edad y la referencia, en los Evangelios, a María de Clopás, el cual, como ya mostramos, era su padre.» (III,32).

Bibliografía: Sobre «los Doce» y «los hermanos» puede leerse la sección correspondiente de «Aspectos del pensamiento neotestamentario», en Comentario Bíblico San Jerónimo, tomo 5, 752ss, o, por supuesto, cualquier otra introducción crítica a la primitiva historia de la Iglesia. Los datos de Eusebio pueden leerse en la propia Historia Eclesiástica, que es siempre un gusto leer directamente. La noticia del Butler-Guinea, 1966 (colocada el 18 de febrero) resume muy bien los datos tradicionales, y aunque no hace la crítica, señala lo difícil que es sostenerlos. Sobre el proceso de armonización de datos propio de los siglos II-III hay escasa bibliografía no especializada, pero puede seguirse en otras noticias de santos del NT que he ido presentando en este martirologio, por ejemplo: las santas María de Cleofás y Salomé, san Bartolomé apóstol o san Marcos evangelista.


Abel Della Costa

accedido 4290 veces

ingreso o última modificación relevante: ant 2012

Estas biografías de santo son propiedad de El Testigo Fiel. Incluso cuando figura una fuente, esta ha sido tratada sólo como fuente, es decir que el sitio no copia completa y servilmente nada, sino que siempre se corrige y adapta. Por favor, al citar esta hagiografía, referirla con el nombre del sitio (El Testigo Fiel) y el siguiente enlace: https://www.eltestigofiel.org/index.php?idu=sn_1385


 

domingo, 28 de mayo de 2023

San Sebastián, mártir

                             



San Sebastián, mártir

- memoria libre -

fecha: 20 de enero

†: s. IV inc. - país: Italia

Canonización: pre-congregación

Hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI 

Elogio: San Sebastián, mártir, oriundo de Milán, que, como narra san Ambrosio, se dirigió a Roma en tiempo de crueles persecuciones, y sufrió allí el martirio. En la ciudad a la que había llegado como huésped obtuvo el definitivo domicilio de la eterna inmortalidad, y fue enterrado en este día en las catacumbas de Roma.

Patronazgos: patrono de diversas ciudades europeas, de los tiradores con distintas clases de armas, en especial arcos y ballestas, también de armeros, soldados, ex-combatientes, de los fundidores de hierro, hojalateros, albañiles, jardineros, trabajadores forestales, curtidores, alfareros y sepultureros; se lo invoca contra la peste, y ya en nuestra época, especialmente en la comunidad homosexual, contra el SIDA.

Tradiciones, refranes, devociones: De los santos frioleros, San Sebastián el primero. Detente varón, que el primero es San Antón.

San Antón, viejo y meón, mete las niñas en un rincón; San Sebastián, mocito y galán, saca las niñas a pasear.

El veinte de enero san Sebastián en cueros y entra el aire por los agujeros.

Refieren a este santo: San Cástulo

Oración: Te rogamos, Señor, nos concedas el espíritu de fortaleza para que, alentados por el ejemplo glorioso de tu mártir san Sebastián, aprendamos a someternos a ti antes que a los hombres. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén (oración litúrgica).

     Según sus «actas», atribuidas sin razón suficiente a san Ambrosio, Sebastián nació en Narbona de la Galia, aunque sus padres eran originarios de Milán, y fue educado en aquella ciudad. Era un fervoroso servidor de Jesucristo. Aunque la vida militar no correspondía a sus inclinaciones, hacia el año 283 fue a Roma e ingresó en el ejército, al servicio del emperador Carino, con el propósito de ayudar a los confesores y mártires cristianos, sin despertar sospechas. Los mártires Marcos y Marceliano, condenados a muerte, estaban a punto de flaquear en la fe ante las lágrimas de sus amigos, cuando san Sebastián intervino y les exhortó apasionadamente a la constancia; sus palabras ardientes impresionaron profundamente a los mártires. Zoé, la esposa de Nicóstrato, que había perdido desde hacía seis años el uso de la palabra, se postró a los pies de Sebastián. Cuando el santo trazó sobre ella la señal de la cruz, Zoé recobró la palabra. Este milagro convirtió a Zoé y a su esposo, que era el jefe de los escribanos («primiscrinius»), a los padres de Marcos y Marceliano, al carcelero Claudio y a otros dieciséis prisioneros. Nicóstrato, que estaba al cargo de los prisioneros, les llevó a su propia casa, donde un sacerdote llamado Policarpo les instruyó y les bautizó. Al enterarse de lo sucedido y al saber que Tranquilino, el padre de Marcos y Marceliano, había sido curado de la gota al recibir el bautismo, Cromacio, gobernador de Roma, se sintió movido a seguir su ejemplo, pues él también sufría de ese mal. Hizo, pues, venir a san Sebastián, quien le curó de su enfermedad. Cromacio recibió el bautismo junto con su hijo Tiburcio, libertó a los prisioneros convertidos, dio la libertad a sus propios esclavos, y dimitió de su cargo.

Poco después, Carino murió en Ilírico, derrotado por Diocleciano, quien el año siguiente nombró a Maximiano su colega en el Imperio. Aunque no había habido nuevos edictos persecutorios, los magistrados continuaban la persecución en la misma forma que bajo el gobierno de Carino. Diocleciano, que admiraba el valor y el carácter de san Sebastián, quería guardarle cerca de sí. Como ignoraba la fe religiosa que profesaba el santo, le elevó a la alta dignidad de capitán de una compañía de guardias pretorianos. Cuando Diocleciano partió al Oriente, Maximiano prodigó a san Sebastián las mismas muestras de distinción y respeto. Cromacio se retiró a Campania, junto con otros muchos convertidos. Esto hizo surgir una admirable discusión entre san Sebastián y el sacerdote Policarpo, para determinar quién de ellos iría en la comitiva de Cromacio a fin de continuar la instrucción de los neófitos, y quién se quedaría en el puesto peligroso de la ciudad para alentar y ayudar a los mártires. El papa Cayo, a quien apelaron para que decidiese, determinó que Sebastián se quedará en la ciudad. Como la persecución arreciara, el Papa y otros cristianos se refugiaron el año 286, en el mismo palacio imperial, que era el sitio más seguro, en los apartamentos de un oficial de la corte llamado Cástulo. Zoé fue la primera que cayó prisionera, mientras se hallaba orando en la tumba de san Pedro, el día de la fiesta del Apóstol. Colgada por los tobillos sobre una hoguera, murió sofocada. Tranquilino, avergonzado de demostrar menos valor que una mujer, se dirigió a orar en la tumba de san Pablo, y ahí murió apedreado. Nicóstrato, Claudio, Castorio y Victorino, después de ser torturados tres veces fueron arrojados al mar. Tiburcio, delatado por un traidor, fue decapitado. Cástulo, acusado por el mismo traidor, fue dos veces torturado en el potro y después quemado vivo. Marcos y Marceliano murieron atravesados por las flechas, tras de haber permanecido veinticuatro horas con los pies clavados a una estaca.

San Sebastián, que había ayudado a tantos mártires en su tránsito al cielo, fue finalmente conducido ante Diocleciano, quien le reprochó amargamente su ingratitud, y le entregó a un cuerpo de arqueros de la Mauritania para que le mataran. Sus verdugos abandonaron su cuerpo atravesado por las flechas, creyéndole muerto. Cuando Irene, la viuda de san Cástulo, fue a recoger el cadáver, encontró al santo todavía vivo y le llevó a su casa. Ahí se restableció de las heridas y quedó sano, pero se negó a huir, a pesar de los ruegos de sus amigos. Un día, el santo se apostó en una escalera por la que el emperador iba a pasar, y le echó en cara las abominables crueldades cometidas contra los cristianos. Tal libertad de lenguaje por parte de un hombre a quien todos creían muerto, dejó mudo de asombro, por un momento, al emperador; pero, una vez repuesto de su sorpresa, dio la orden de que acabaran con la vida de Sebastián a mazasos y arrojaran su cuerpo en la fosa común. Una mujer llamada Lucía, a quien el santo se apareció en sueños, transportó su cuerpo al sitio llamado «ad catacumbas», donde se levanta hoy la Basílica de San Sebastián.

Los historiadores piensan que esta biografía es una fábula piadosa, escrita a fines del siglo V. Lo único que sabemos con certeza sobre san Sebastián, es que fue martirizado en Roma; que tenía alguna relación con Milán, donde ya era venerado en tiempos de san Ambrosio (siglo IV), y que fue enterrado en la Vía Apia, probablemente muy cerca de la actual basílica de San Sebastián, en el cementerio «ad catacumbas». Aunque el arte medieval y renacentista representa a san Sebastián atravesado por las flechas o llevando una flecha en la mano, este atributo es de aparición relativamente tardía. Un mosaico de San Pietro in Vincoli, que data más o menos del año 680, le representa como un hombre barbado, que lleva en la mano la corona del martirio. Un antiguo ventanal de la catedral de Estrasburgo, le pinta como un caballero, con espada y escudo, pero sin flechas. Se invoca a san Sebastián como patrón contra las plagas, y ciertos escritores de nota, como Male y Pedrizet, opinan que esta tradición está relacionada con un famoso incidente del primer libro de la «Ilíada» y que tiene su origen en la valiente actitud de san Sebastián frente a la lluvia de flechas disparadas contra él; pero el P. Delehaye afirma, probablemente con razón, que la tradición debió más bien originarse en la coincidencia entre el fin de una plaga y la invocación de san Sebastián. El hecho de que san Sebastián sea el patrono de los arqueros y de los soldados en general, proviene naturalmente de la leyenda.

Notas:

-Bibliografía del Butler: sobre la «pasión» de san Sebastián, ver Acta Sanctorum, 20 de enero. Ver también H. Delehaye, en Encyclopaedia Britannica, (undécima edición), y Acta Bollandiana vol. XXVIII (1909), p. 489; igualmente K. Loffler, en Catholic Encydopedia, vol. XIII; Chéramy, Saint-Sébastien hors les murs (1925), y Civilta Cattolica enero y febrero, 1918.

-La alusión que hace el Butler a la Illíada se refiere al episodio del Canto I en el que se relaciona la peste que diezma al campamento de soldados con las flechas que lanza Apolo.

-En el siglo XX san Sebastián fue imponiéndose progresivamente como «ícono cultural» de la comunidad homosexual. A diferencia de san Elredo, esta identificación no parece tener relación con grupos de oración ni, en general, con ninguna cuestión estrictamente religiosa. El historiador italiano Giovanni dall´Orto estudia muchos aspectos del fenómeno, y llega a la conclusión de que la identificación, aunque ya muy arraigada, es en realidad reciente, y proviene de cierta sugerencia de Gabriele D´Annunzio que hace de san Sebastián un «favorito» del emperador en su obra teatral «El martirio de san Sebastián», caracterización que luego es retomada en la película «Sebatián», de Derek Jarman (1976), que consolida del todo la asociación entre el santo y la homosexualidad. A esto ayuda (aunque a juicio de Dall´Orto, este aspecto no es decisivo) cierta línea dentro de la vastísima iconografía del santo que acentúa su aspecto juvenil y en algunos casos afeminado.

-La iconografía del santo es inacabable, y se encuentran representaciones no sólo medievales y renacentistas, sino también contemporáneas. Un muy meritorio trabajo de recopilación realizado por el Prof. Alessandro Giua, de la Universidad de Cagliari, The Iconography of Saint Sebastian, recoge en el web imágenes de toda clase (pinturas, esculturas, dibujos) así como los textos latinos (con traducción al inglés) de la «Leyenda Áurea» y otros sobre el santo. [Este link fue revisado en 2016 y no funcionaba]. También recoge gran cantidad de material el sitio italiano «Iconografia di San Sebastiano nell arte figurativa italiana».

Imágenes:

-Escuela Suiza, fin del siglo XIV, Musée des Beaux-Arts de Dijon, Francia.

-Grünewald (1480?-1528), «San Sebastián», Musée d´Unterlinden (Colmar, Francia). panel derecho del «Altar Isenheim».

-Nahum Zenil, «San Sebastián» (1982). Galeria de Arte Mexicano, Mexico DF, técnicas mixtas ssobre papel.

-Giorgetti: estatua de mármol (1665) en la iglesia de San Sebastián extramuros, Roma.

Fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI

Ingreso o última modificación relevante: ant 2012

Estas biografías de santo son propiedad de El Testigo Fiel. Incluso cuando figura una fuente, esta ha sido tratada sólo como fuente, es decir que el sitio no copia completa y servilmente nada, sino que siempre se corrige y adapta. Por favor, al citar esta hagiografía, referirla con el nombre del sitio (El Testigo Fiel) y el siguiente enlace: https://www.eltestigofiel.org/index.php?idu=sn_253

 

San Pedro Chanel, presbítero y mártir

 


San Pedro Chanel, presbítero y mártir

- memoria libre -

Fecha: 28 de abril

n.: 1803 - †: 1841 - país: Wallis y Futuna

Canonización: B: León XIII 17 nov 1889 - C: Pío XII 12 jun 1954

Hagiografía: Maristas

Elogio: San Pedro Chanel, presbítero de la Sociedad de María y mártir, que dedicó su ministerio a atender a campesinos y niños, pero enviado después con algunos compañeros a evangelizar Oceanía occidental, llegó a la isla francesa de Futuna, donde no había aún comunidad cristiana, y a pesar de las muchas dificultades que encontró, con su singular mansedumbre convirtió a algunos a la fe, entre los cuales estaba el hijo del rey del lugar, el cual, furioso, lo mandó matar, convirtiéndole en el primer mártir de Oceanía.

Patronazgos: protomártir y patrono de Oceanía

Oración: Señor, tú que has concedido la palma del martirio a san Pedro Chanel cuando trabajaba por extender tu Iglesia, concédenos a nosotros que, en medio de las alegrías pascuales, celebremos de tal modo el misterio de Cristo muerto y resucitado, que seamos verdaderamente testigos de una vida nueva. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén (oración litúrgica)

Nació en La Potière, aldea del pueblo de Cuet en el departamento del Ain (Francia), el día 12 de julio de 1803. Era el quinto hijo de los ocho que tuvo la familia compuesta por los humildes agricultores Francisco Chanel y María Ana Sibellas. Bautizado 4 días después, en la fiesta de Nuestra Señora del Carmen, con el nombre de Pedro, añadiría más tarde los de Luis María con ocasión de la confirmación, nombres que señalan su devoción a san Luis Gonzaga y a la Sma. Virgen.

A los diez años encuentra al abate Trompier, cura párroco del cercano pueblo (4 km) de Cras-sur-Reyssouze, donde los por dos inviernos Pedro fue a la escuela, bajo la tutela del sacerdote y el alojamiento en casa de una tía. Cuando su protector fue nombrado en 1815 párroco de Monsols (en las montañas del Beaujolais), propuso a sus padres llevarlo consigo y encargarse de su educación, cosa que aceptaron.

Junto al párroco se inicia en la vida de piedad y servicio, visitando enfermos, ayudando en misa, etc. con 16 años de edad, el párroco de Cras envió a su protegido a continuar sus estudios al seminario menor de Meximieux, donde Pedro se destacó muy pronto como brillante alumno y como ferviente miembro de la Congregación de la Sma. Virgen, asociación en la que se agrupaban los mejores. Permaneció allí hasta 1823, año en que terminó de cursar la retórica; para completar sus estudios con la filosofía debería trasladarse al seminario menor de Belley, donde Monseñor Devie acababa de ser nombrado obispo de la nueva diócesis.

En octubre de 1824 Pedro Chanel inicia su teología en el seminario mayor de Belley que Monseñor Devie había instalado en el antiguo convento de los Agustinos reformados. Su ordenación sacerdotal tan ansiada llegaría el 15 de julio de 1827. Y enseguida fue nombrado vicario parroquial en Ambérieu-en-Bugey.

Uno de sus primeros actos como vicario parroquial fue la introducción del mes de María. Y muy pronto sus actividades pastorales le hicieron soñar con las misiones. Pero su obispo no le dio autorización sino que el 1º de septiembre de 1828 lo nombró cura párroco de Crozet, pequeña población de 800 almas en las montañas del Jura. Allí debería afirmar su débil salud a la vez que ejercitar su apostolado misionero en una población de mayoría calvinista. 

Si duro era el apostolado en ambiente protestante, sus múltiples obras de misericordia le conquistaron todos los corazones. Pero la vocación misionera no se apartaba de su cabeza. Vocación que se afianzó al conocer al sacerdote Juan Claudio Colin que dirigía las misiones parroquiales de la diócesis de Belley con un grupito de compañeros que se llamaban ya Maristas. Después de varias entrevistas, de mucha reflexión y oración, y de pertinentes consultas, el cura párroco Pedro Chanel manifestó su deseo de ingresar en la Sociedad de María, entre cuyas misiones figuraba la evangelización de los infieles.

La Sociedad de María aún no estaba aprobada canónicamente, y sus dos ministerios hasta entonces eran las misiones parroquiales y el colegio de Belley, que Monseñor Devie había puesto bajo la dirección del Padre Colin. A la espera, pues, del apostolado en las misiones entre infieles, la primera misión que se le encargó fue la de profesor en el colegio-seminario menor de Belley (1831). En el curso siguiente, octubre de 1832, se le confió la dirección espiritual del colegio, cargo donde mostró toda su capacidad. Una de sus principales funciones como director espiritual era la predicación en la capilla del colegio. Preparaba con minuciosidad todas las instrucciones, y para afianzar sus frutos estableció entre los alumnos, según el modelo de Meximieux, la Congregación de la Sma. Virgen y la de los Santos Ángeles. La confesión le ocupaba igualmente buena parte de su tiempo, pues numerosos alumnos lo preferían como confesor.

Aprobada oficialmente la Sociedad de María por Su Santidad Gregorio XVI, con el breve Omnium gentium salus del 29 de abril de 1836, se le asignó como campo de evangelización misionera Oceanía occidental. Elegido el Padre Pompallier como Vicario Apostólico, con el título de obispo de Maronea, quedaba por encontrar el grupo de misioneros acompañantes. Habiéndose ofrecido varias veces para dicho apostolado, grande fue la dicha del Padre Chanel al ser aceptado para la primera partida. El grupo misionero estaba constituido por Monseñor Pompallier (Marista asociado, pues siendo ya obispo no podía profesar como religioso), los Padres Maristas Chanel, Bataillon, Servant y Bret, y los Hermanos Maristas Marie-Nizier, Miguel y José Javier (este último Hermano Marista Coadjutor). La salida del puerto del Havre se efectuó el 24 de diciembre de 1836 en el buque llamado «La Delphine».

El viaje fue largo y con numerosas peripecias. En Santa Cruz de Tenerife debieron permanecer 52 días para reparar la nave averiada. Cuando por fin pudieron de nuevo ponerse a la mar, el Padre Bret fue presa de fuertes dolores de cabeza y violenta fiebre. Administrado el Santo Viático y la Extremaunción por el P. Chanel el domingo de Ramos, el misionero falleció el día siguiente, 20 de marzo de 1837. El 28 de junio anclaban en Valparaíso (Chile) donde acababa su viaje La Delphine. Después de mes y medio de gestiones, los misioneros consiguieron embarcarse el 10 de agosto rumbo a la Polinesia en un buque norteamericano, el «Europa». En Tahití debieron de nuevo cambiar de embarcación: una mísera goleta que llevaba el nombre de «Raiatea».

Llegados el 1º de noviembre de 1837 a la isla de Wallis (llamada entonces Uvea), dejaron allí 2 misioneros, el P. Bataillon y el Hno. José Javier Luzy: quedaba fundada la primera misión católica de Oceanía occidental. El sábado 11 de noviembre hacían escala en la isla de Futuna. Allí quedaron el Padre Chanel y el Hermano Marie-Nizier. Para el P. Chanel sería su definitivo campo de apostolado y de martirio. El Padre Servant y el Hermano Miguel irían a Nueva Zelanda. 

Futuna y Alofi constituyen dos pequeñas islas: la primera de 40 km de perímetro, la segunda de 20; un total de 115 km cuadrados. Montañas volcánicas de hasta 750 m y profundos valles; acantilados abruptos y sólo algunos espacios llanos al borde del mar; temblores de tierra permanentes. Poca población: apenas 1.000 almas constituirían la grey a evangelizar, todas en la isla mayor. En ella hay dos facciones: los Vencedores y los Vencidos, en guerra permanente, ambos con su propio rey, el primero en Alo, el segundo en Sigave. Los misioneros son acogidos como huéspedes por el rey de los Vencedores, Niuliki, en Alo. Más tarde los instalarían, con casa propia, en Poi. Si al principio los misioneros fueron bien acogidos por el rey Niuliki, a medida que la predicación iba haciendo catecúmenos, las relaciones se fueron enfriando ya que veía su religión amenazada. Los familiares del rey y el consejo de ancianos empezaron a ponerles toda clase de dificultades, empezando por escasearles la comida e incitando a sus súbditos a robarles el producto de su trabajo en la huerta propia. El hambre los llevó a tener que comerse hasta el perro de casa. Pronto, no se contentaron con robarles los frutos, sino que iban llevándose ropa y otros objetos: apenas quedaron con la ropa puesta.

Cómo soportaban todo con paciencia y continuaban con su apostolado y sus obras de misericordia, vinieron las amenazas. "Que se los mate, que desaparezca su religión" era el grito que empezaba a oírse por parte de los opositores. Los misioneros lo sabían y estaban dispuestos a sufrir el martirio si esa era la voluntad de Dios. Por temor al rey, la gente bien dispuesta con los misioneros no osaba prestarles ayuda. Los catecúmenos tenían que reunirse en forma secreta. Lo que llevó a la exasperación total del rey fue la conversión a la fe cristiana de su propio hijo mayor, Meitala, quien más tarde sería su sucesor. Dio entonces la orden de asesinar a los misioneros. Su yerno Musumusu asumió el encargo y fue preparando el plan reclutando para el golpe a un grupito de adeptos. Todo se hacía en secreto para no despertar las sospechas de los catecúmenos. Y para asegurarse el buen resultado, se buscó un día en que el Padre estuviera solo.

Ese día no tardó en llegar. Impedido por la fiebre y una llaga en el pie, el Padre Chanel envió al Hermano Marie-Nizier al valle de los Vencidos, Sigave, distante 3 leguas y media, para visitar a un enfermo y bautizar a los niños en peligro de muerte. Era el 27 de abril de 1841. Musumusu y su banda aparecieron temprano en la mañana del 28 armados de lanzas y cachiporras con extremos metálicos. Se dirigieron primero a la casa de los catecúmenos que estaban durmiendo, a los que golpearon y dispersaron. Al hijo del rey no lo encontraron en la casa ; lo buscaron y lo golpearon violentamente, al igual que a su hermana Flora : tenían carta blanca del rey. Luego se encaminaron a la casa de los misioneros en Poi.

Se adelanta uno de los asesinos y le pide un remedio al Padre. Mientras el misionero va a buscarlo, los demás invaden la casa y comienzan el pillaje. Enfurecido, Musumusu grita: ¿Qué esperan para matarlo? El que había pedido el remedio agarra entonces al sacerdote y lo empuja con violencia; otro del grupo lo golpea con su cachiporra quebrándole el brazo que ha levantado para parar el golpe. Un segundo golpe lo hiere en la sien izquierda y sangra abundantemente. Una lanza con punta de hierro lo hiere en el pecho. El misionero retrocede y cae. Pero todos están ávidos de llevarse algo y atienden más al pillaje que a obedecer al jefe de la banda. Furioso Musumusu, y no encontrando su cachiporra, salta por la ventana y entra en la habitación del Hermano Marie-Nizier. Allí topa con una azuela escondida debajo de la cama, la toma y se lanza contra el herido: con un golpe feroz le clava el hierro en el cráneo y el mártir cae exánime. Musumusu lo depoja de su sotana y otros se llevan sus otras vestimentas.

El compañero de apostolado, el Hermano Marie-Nizier se salvó milagrosamente. Regresando a Poi ese 28 de abril, se encuentra con uno de los asesinos que viene a contarle lo sucedido y prevenirle de huir, cosa que, luego de algunas peripecias, consiguió. Las mujeres indígenas se mostraron piadosas, entre ellas la esposa y dos hijas del rey asesino. Lavaron el cuerpo de Pedro, lo ungieron con aceite de coco, lo envolvieron en esteras y lo enterraron en la fosa que los mismos Niuliki y Musumusu ayudaron a cavar a unos pasos de la casa misionera. Esta fue destruida como signo de su triunfo completo y para borrar todo rastro de cristianismo. «El sacerdote ha muerto -decían- y su religión con él. Ya no tenemos más que temer, nuestra isla vuelve a ser feliz».

Pero sus previsiones fallaron. En Futuna volvió a cumplirse el dicho «La sangre de los mártires es semilla de cristianos». El 18 de enero de 1842 aparecía en la isla la goleta «Sancta Maria», embarcación de la misión, con el Padre Viard y el Hermano Marie-Nizier. Por precaución, la corveta francesa L'Allier los acompañaba para intervenir en caso de necesidad. Lo primero fue rescatar el cuerpo del mártir. Transportado primero a la Bahía de las Islas, fue enviado a Sydney en 1850, y en 1851 transportado a Lyon. Descansa hoy en una magnífica urna en el Seminario de Misiones Marista en Sainte-Foy-les-Lyon. También fue rescatada su sotana sacerdotal.

Los jefes de la isla, animados por algunos regalos, se presentaron al Comandante de L'Allier y manifestaron su pesar por la muerte de quien decían: «El Padre no hizo sino el bien en el país; siempre fue un hombre caritativo con todos». Y rogaron al Hermano Marie-Nizier se quedara con ellos y enviaran un nuevo Padre. Cuando el 29 de mayo de 1842 Monseñor Pompallier trajo en su embarcación «Sancta Maria» a 3 Padres y 2 Hermanos, se encontraron con un cambio total en el ánimo de los jefes de Futuna. Todos acudieron a recibirlos, incluso Musumusu y los demás asesinos. Muchos isleños pedían el bautismo. Después de 10 días de preparación, Monseñor bautizó y confirmó a 114, primicias de la numerosa cosecha que se anunciaba.

El proceso indagatorio para la beatificación comenzó casi inmediatamente, y ya en 1857 era declarado Venerable, primera etapa en firme del camino a los altares. La beatificación tuvo lugar el 17 de noviembre de 1889 por el Papa León XIII. Y finalmente la canonización el 12 de junio de 1954 por el Papa Pío XII.

Sintetizado a partir de una extensa biografía en el sitio marista de Argentina, con mapas y buena cantidad de fotos, que puede visitarse para profundizar en la narración.

Estas biografías de santo son propiedad de El Testigo Fiel. Incluso cuando figura una fuente, esta ha sido tratada sólo como fuente, es decir que el sitio no copia completa y servilmente nada, sino que siempre se corrige y adapta. Por favor, al citar esta hagiografía, referirla con el nombre del sitio (El Testigo Fiel) y el siguiente enlace: https://www.eltestigofiel.org/index.php?idu=sn_1398

 

San Bonifacio de Maguncia obispo y mártir

    San Bonifacio de Maguncia, obispo y mártir - memoria  obligatoria - Fecha:   5 de junio n.: c. 680 - †: 754 - país:  Países Bajos Otras...

ENTRADAS POPULARES