Santos Cosme y Damián, mártires
(memoria litúrgica)
Fecha: 26 de septiembre
Fecha en el calendario anterior: 27 de septiembre
†: c. s. III - país: Siria
Canonización: pre-congregación
Hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
Elogio: San Cosme y san Damián, mártires, que, según la tradición, ejercieron la medicina en Ciro, ciudad de Augusta Eufratense, sin pedir nunca recompensa y sanando a muchos con sus servicios gratuitos.
Patronazgos: patronos de las enfermeras, médicos, hospitales, cirujanos, dentistas, farmacéuticos, químicos, y facultades y escuelas de medicina, protectores contra las epidemias y las úlceras.
Oración: Proclamamos, Señor, tu grandeza al celebrar la memoria de tus mártires Cosme y Damián, porque a ellos les diste el premio de la gloria y a nosotros nos proteges con tu maravillosa providencia. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén (oración litúrgica).
Cosme y Damián son los más conocidos y los principales en el grupo de santos venerados en el Oriente y llamados colectivamente «anárgyroi», «los sin dinero», porque practicaban la medicina sin aceptar ningún pago ni recompensa de sus pacientes. A pesar de que algunos escritores han afirmado que lograron entresacar de las «actas», fabulosas y sin valor histórico, de estos santos, algunos fragmentos de los originales auténticos, perdidos hace siglos, en opinión del padre Delehaye, «es muy probable que el origen y la verdadera historia de Cosme y Damián no lleguen nunca a ser aclarados por las investigaciones». Alban Butler resume la esencia de su historia de esta manera:
Cosme y Damián eran hermanos gemelos, naturales de Arabia; estudiaron las ciencias en Siria y llegaron a distinguirse por su habilidad en la medicina. Como eran cristianos y estaban impulsados por el santo aliento de la caridad en que se nutre el espíritu de nuestra bendita religión, practicaban su profesión con toda su pericia y notable éxito, pero sin aceptar jamás pago alguno por sus servicios. Vivían en Aegeae, sobre la costa de la bahía de Alejandreta, en Cilicia, donde ambos eran distinguidos por el cariño y el respeto de todo el pueblo a causa de los muchos beneficios que prodigaba entre las gentes su caridad y por el celo con que practicaban la fe cristiana, ya que aprovechaban todas las oportunidades que les brindaba su profesión para difundirla y propagarla. En consecuencia, al comenzar la persecución, resultó imposible que aquellos hermanos de condición tan distinguida, pasasen desapercibidos. Ellos fueron de los primeros en ser aprehendidos por orden de Lisias, el gobernador de Cilicia y, luego de haber sido sometidos a diversos tormentos, murieron decapitados por la fe. Conducidos sus restos a Siria, quedaron sepultados en Cirrhus, ciudad ésta que llegó a ser el centro principal de su culto y donde las referencias más antiguas sitúan el escenario de su martirio.
Las leyendas adornan esta sencilla historia con numerosas maravillas. Se dice por ejemplo que, antes de ser decapitados, salieron con bien de varios tipos de ejecución infalibles, como ser arrojados al agua, atados a pesadas piedras, quemados en hogueras y crucificados. Cuando se hallaban clavados en las cruces, la multitud los apedreó, pero los proyectiles, sin tocar el cuerpo de los santos, rebotaron para golpear a los mismos que los arrojaban. Lo mismo sucedió con las flechas disparadas por los arqueros que torcieron su trayectoria e hicieron huir más que de prisa a los tiradores (se cuenta que el mismo caso ocurrió con san Cristóbal y otros mártires). Asimismo dice la leyenda que los tres hermanos de Cosme y Damián, llamados Antimo, Leoncio y Euprepio, sufrieron el martirio al mismo tiempo que los gemelos. Se habla de innumerables milagros, sobre todo curaciones maravillosas, obrados por los mártires después de su muerte y, a veces, los propios santos se aparecieron, en sueños, a los que les imploraban en sus sufrimientos, a fin de curarles inmediatamente. Eso fue lo que sucedió con algunos paganos en el propio templo de Esculapio y Serapis. Entre las personas distinguidas que atribuyeron su curación de males gravísimos a los santos Cosme y Damián, figuró el emperador Justiniano I, quien visitó la ciudad de Cirrhus especialmente para venerar las reliquias de sus benefactores. A principios del siglo quinto, se levantaron en Constantinopla dos grandes iglesias en honor de los mártires. La basílica que se erigió en Roma, con hermosísimos mosaicos, fue dedicada a los santos alrededor del año 530. Los santos Cosme y Damián son nombrados en el canon I de la misa y, junto con san Lucas, son los patronos de médicos y cirujanos. Por un error, los cristianos de Bizancio honraron a tres pares de santos con el mismo nombre. «Es necesario saber -dice el Sinaxario de Constantinopla- que hay tres grupos de mártires con los nombres de Cosme y Damián: los de Arabia, que fueron decapitados durante la persecución de Diocleciano (17 de octubre), los de Roma, que murieron apedreados en el curso del reinado de Carino (1 de julio) y los hijos de Teódota, quienes murieron tranquilamente». Sin embargo todos esos santos son el mismo grupo de los dos hermanos que nosotros celebramos hoy.
Las diversas versiones de la pasión de estos santos se encuentran catalogadas en la Biblioteca Hagiográfica Griega y la Biblioteca Hagiográfica Latina, de los Bolandistas. Los textos impresos en el Acta Sanctorum, sept. vol. VII, ilustran profusamente su carácter fabuloso. En el Comentario sobre el Martirologium Hieronymianum, pp. 528-529, se hacen referencias al antiquísimo culto de estos santos, lo mismo que en The Legends of the Saints, Les Origines du culte des Martyrs y otras obras de Fr. Delehaye. Los datos proporcionados por L. Deubner en Kosmas und Damianus (1907), merecen especial atención.
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